PROVERBIOS
Motivo
de los proverbios
De
acuerdo al Comentario Bíblico de Mathew Henry (1999), el vocablo hebreo para
“proverbio” (mashal) significa
“comparación” y se usa para designar símiles, parábolas y proverbios
propiamente dichos, es decir, sentencias breves, ya sea de la llamada
“sabiduría popular” o, de la sabiduría divinamente inspirada. Según 1 Reyes 4:
32, Salomón “compuso tres mil proverbios”.
Los proverbios de Salomón, hijo de David, rey de Israel.
(2) Para entender sabiduría
y doctrina, para conocer razones prudentes, (3) para
recibir el consejo de prudencia, justicia, juicio y
equidad; (4) para dar sagacidad a los
simples, y a
los jóvenes inteligencia y cordura.
(5) Oirá el sabio, y aumentará el saber, y el
entendido adquirirá consejo, (6) para entender proverbio
y declaración, palabras de sabios, y sus dichos profundos. (7) El
principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza. (Proverbios 1: 1-7)
Esta es la Introducción al Capítulo 1 del
libro de Proverbios. En la versión Reina Valera (1960), este inicio aparece
bajo el título “Motivo de los Proverbios”, adelantando así el propósito de
estos primeros siete versículos que componen la introducción.
Esta Introducción posee un estilo muy
depurado, muy bien pensado y planificado, donde se han utilizado recursos
estratégicos para ofrecer al lector la información necesaria de manera que
pueda comprender con mayor facilidad de qué se trata este libro.
La estructura de estos primeros siete
versículos está compuesta, según mi criterio, de cuatro elementos esenciales.
El primer elemento que conforma esta
estructura es la identificación del Emisor del mensaje, es decir, de quién
escribió el libro (o la mayor parte de él, pues se les adjudica una parte
importante a otros escritores).
Este primer elemento se encuentra en el
versículo 1: “Los proverbios (que
anuncia el tipo de escritos al que se enfrentará el receptor o lector) de Salomón (autor de una gran parte de
los proverbios y emisor de los mismos),
hijo de David, rey de Israel (mención de su linaje).”
El segundo elemento se trata de la
Finalidad de los proverbios, o sea, el objetivo, el propósito. Contesta una
pregunta que puede parafrasearse de diversas maneras: ¿Para qué se escribieron?
¿Con qué finalidad, objetivo o propósito? ¿Qué efecto se pretende lograr en el
lector durante la lectura y al finalizarla?
Este segundo elemento está compuesto por
dos partes: 1) la repetición que se hace cinco veces de la frase iniciada por
la preposición “para”, acompañada de un verbo en infinitivo (verbos que
terminan en “ar”, “er”, “ir”) que indica la acción o el resultado que se
adquirirá si se leen las sentencias (para entender,
para conocer, para
recibir, para dar y, nuevamente, para entender); 2) a la frase se le añade un
sinónimo (abstractos todos) y algunos de estos modificados por adjetivos para
describir con precisión dicho resultado.
La fórmula es: Frase preposicional + Sustantivo + Adjetivos (en tres ocasiones) =
Finalidad de los Proverbios.
Por ejemplo: 1) Para entender sabiduría y doctrina; 2) para
conocer razones prudentes (“prudentes”
es un adjetivo); 3) para recibir el consejo de prudencia, justicia,
juicio y equidad; 4) para dar sagacidad, inteligencia y
cordura; y 5) para entender proverbio y declaración, palabras
de sabios (“de sabios’ funciona como adjetivo), y sus dichos profundos (“profundos” es un adjetivo).
Sin embargo, hay que resaltar que se
mencionan otras dos finalidades, pero de forma distinta. En el versículo 5 dice
que además “oirá” (verbo en futuro), y “adquirirá consejo”
(verbo en futuro con el sustantivo abstracto “consejo”). Si se hubiese seguido el patrón anterior,
diría: para oír
y adquirir consejo.
Ya sabemos las razones por las cuales se
escribieron estos textos. Ahora, veamos el tercer elemento que compone la
estructura de la Introducción, el cual identifica quiénes serán los receptores
o destinatarios. Este elemento contesta las preguntas: ¿Quién o quiénes los
leerán? ¿Quiénes recibirán este mensaje? ¿Para quiénes, específicamente se
escribieron?
La respuesta es simple, pues solo se
mencionan cuatro destinatarios específicos: 1) a los simples (que incluye a la
mayoría del pueblo); 2) a los jóvenes (pues es obvio que necesitan ser
instruidos, aconsejados y advertidos); 3) al sabio (para que se haga más sabio,
pues el que es sabio sabe que no es capaz de saberlo todo); y 4) al entendido
(que es, prácticamente un sinónimo de “sabio”).
El cuarto y último elemento en la
estructura de la Introducción del libro de Proverbios (recordemos que la
Introducción es parte del Capítulo 1) es precisamente una sentencia, es decir,
un proverbio (v. 7): El principio de la sabiduría es el temor de Jehová; los insensatos desprecian la sabiduría y la enseñanza.
Esta sentencia sirve de Justificación al
libro de Proverbios. O sea, que pretende explicar por qué es importante
leerlos, estudiarlos y aplicarlos. Le contesta la pregunta a los destinatarios
de: ¿Por qué debería yo leer esto? Y la respuesta, la justificación, la
constituyen dos proposiciones importantes.
La primera es una oración enunciativa
afirmativa, es decir, es una afirmación, pues implícitamente está diciendo que sí.
Además de que establece lo que es correcto, establece un principio importante:
para adquirir sabiduría, es necesario e indispensable temer a Jehová.
La segunda establece y adelanta quiénes no
leerán el libro, a quiénes no están destinados los proverbios. No se
escribieron para los insensatos, pues ellos desprecian la sabiduría y la
enseñanza.
En otras palabras, se parte de la premisa
de que existen personas que no son enseñables, a quienes no les interesa
aprender ni consideran la sabiduría como algo valiosísimo como si fuera un gran
tesoro.
Además, con toda seguridad son sabios en su
propia prudencia, lo que los convierte en necios o en insensatos. Por lo
general, estos no temen a Jehová porque si lo hicieran, lo lógico sería que
anhelaran la sabiduría como lo hizo Salomón.
Y como lo hizo el Mesías, pues la Palabra
dice: “Y Jesús iba creciendo en sabiduría, en estatura, y en gracia para con
Dios y los hombres” (Lucas 2: 52). No hay nadie más sabio que Él, ni siquiera
Salomón.
Sabemos que en aquel tiempo y en todos los
tiempos, los Proverbios han sido objeto de estudio y han beneficiado a todas
las generaciones por cientos de siglos.
Este aspecto revela el valor, la
relevancia, el efecto o impacto en los lectores de todos los tiempos que ya
pasaron y los que están por venir.
Por otro lado, destaca la vigencia (la
actualidad, su eficacia hoy en día, en pleno siglo 21) de los proverbios, de su
finalidad inicial y de los resultados propuestos.
Por eso, nos
proponemos leer y estudiar los 31 Capítulos del libro de proverbios
destacando aquello que se considera más importante para este momento y según la
dirección del Espíritu Santo.
Serán 31 días llenos de doctrina, de razones prudentes; de consejo
de prudencia, justicia, juicio y equidad; de sagacidad, inteligencia y cordura,
entre otros muchos beneficios.
Pidámosle al Padre que por medio de Su Santo Espíritu nos
abra los ojos de nuestro entendimiento, nos dé iluminación y abra nuestros
corazones para recibir lo que Él desea específicamente para cada una de
nosotras.
Estamos agradecidas por Su Palabra, por el continuo y
progresivo proceso de transformación por medio de Ella y del Espíritu Santo.
Se lo pedimos en el Nombre de Jesús. ¡Amén!
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