DEVOCIONAL DIARIO - DICIEMBRE 2017


domingo, 3 de diciembre

(28) Y entrando el ángel en donde ella estaba, dijo: ¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres. (Lucas 1: 28 RVR 1960)

            “Gabriel se le apareció y dijo: ¡Saludos, mujer favorecida! ¡El Señor está contigo!”. (Lucas 1: 28 NTV)
           
Ahora, el ángel que Dios envió a Nazaret a una virgen desposada llamada María, “entró donde ella estaba” (RVR 1960), “se le apareció” (NTV).
            ¡A María!, que en hebreo es “Miriam” y que significa, según algunos estudiosos “exaltada”.
¿Ves por qué para Dios los nombres son importantes? Porque en la cultura judía, los nombres eran importantes.
Los nombres encerraban un significado, un mensaje; y porque en muchos de los casos, tanto en el Antiguo Testamento como en el Nuevo, los nombres están relacionados con la identidad de quien lo carga. Tienen que ver, en ocasiones, con la forma en que Dios los ve. En otras ocasiones, tiene que ver con lo que será esa persona, con lo que hará ya sea conforme a la voluntad de Dios, obedeciendo y agradándole a Dios o no. Y, en muchas ocasiones, tiene que ver con este conjunto de elementos y, seguramente, algunos más.

Así que si María en hebreo es “Miriam” y en hebreo, muy posiblemente signifique “exaltada”, habría que ver qué hacía que esta joven, tan joven, recibiera semejante saludo.

Tanto María como José eran de la casa de David. No obstante, José tenía como oficio ser carpintero. María también era pobre.

Ambos vivían en Nazaret, una ciudad de Galilea. ¡Imagínate! María era de Nazaret, como también Jesús, obviamente.
¿Cómo es que Dios escoge semejante ciudad para escoger a los padres de Jesús? ¿Es que acaso de Nazaret puede salir algo bueno?, preguntó Natanael cuando lo invitaron a conocer al Mesías.
Nazaret era considerada una ciudad “de poca reputación en cuanto a religión y conocimiento de las Escrituras, y tan cerca de la gentilidad”, según Mathew Henry (p. 1261).
María era una joven virgen, pero desposada, lo que en ese tiempo daba cierto tipo de honor a ella, según las tradiciones de aquellos tiempos.
Sin embargo, su humildad, su pobreza, la región de la que provenían, todas eran razones de más como para que Dios no los escogiera para que fueran los padres de Jesús hecho hombre.
No había nacido y ya estaba anunciando que para él, los más humildes, los más pobres eran valiosos e importantes y que tendrían un lugar importante en Su Reino.
Esto quiere decir que no necesitamos provenir de una familia “con apellido” o rica. Tampoco tenemos que provenir de una ciudad o lugar considerado por la sociedad, como selecto, muy distinguido, costoso, donde solo unos pocos pueden vivir.
También significa que tampoco importa para Dios nuestra edad, si somos más jóvenes o más viejos.
Dios escoge y llama a quien quiere sin importar lo que los demás piensen de ti, de tu familia, de tu ascendencia, del lugar donde vives, de tu oficio o profesión.
¡Nada! ¡Nada detiene lo que Dios decidió, determinó, decretó y ordenó desde antes de la fundación del mundo!
Tampoco te descalifica si provienes de una familia reconocida, si eres rico, si vives en una elegante y costosa urbanización, si ostentas un puesto de alta jerarquía o si tienes un gran negocio.
Dios no mira lo que mira el hombre, que casi siempre son todas estas cosas; Dios mira lo que hay en el corazón y quien único conoce el corazón del hombre y de la mujer en toda su plenitud, es Él.
Dios no excluye lo que nosotros usualmente excluimos y Dios no incluye a quienes nosotros pensamos que deberían ser los incluidos o escogidos.
¡Esto debería alegrarnos y acercarnos más al Señor sintiéndonos cómodos, confiados, aceptados, amados y deseados! ¡Ah!, y seguros de que fue Dios quien nos escogió.
Seguros de que a Él le parece muy bien que seas tú quien lleve a cabo esa misión, esa tarea. Que seas tú la escogida o el escogido para eso que tú sabes que Dios te dio, te otorgó, te llamó.

El Señor quiere que entendamos y que recordemos que para Él, al igual que María, somos muy favorecidas y favorecidos.
Que somos recipientes de Su favor y de Su gracia. Que el Señor es con nosotras y nosotros. Está con nosotras y con nosotros.
Y esto es muy importante porque, ¿cuántas veces nos hemos sentidos desdichados, desafortunados, abandonados? En fin, nos sentimos que nada bueno nos sucederá, que Dios nunca nos bendecirá, que Él ni se entera de que existes.
¡Mentira! Él envió al ángel al lugar menos pensado y a la persona menos pensada. Y lo envió para anunciarle un  mensaje de Dios. ¡Un mensaje del cielo!
Un mensaje muy importante porque transmitía la voluntad de Dios. Porque era un mensaje que ya había sido anunciado a través las profecías y que estas se estaban cumpliendo.
¡Quién lo hubiera pensado! ¡Esta visitación, este mensaje era totalmente inesperado para María!
Este mensaje implicaba una enorme bendición. El cumplimiento de la misión que anunciaría este mensaje, requeriría una gran valentía y obediencia de parte de María.
¿Te ha sucedido algo así alguna vez? ¿Te ha sucedido que el Señor te haya hecho un gran anuncio por medio de Su Palabra, del Espíritu Santo o por medio de otra persona? 
¿Un anuncio que te deja perpleja (o) porque inmediatame comprendes que se trata de algo grande, que sólo podría provenir del favor de Dios?
 ¿Que se trata de una bendición de Dios? ¿Y que para que se cumpla, será indispensable que el Señor sea y esté contigo?
¡Imagínatelo! Dios te envía un ángel para darte Su mensaje y, así, dejarte saber que has sido favorecida (o), que has sido bendecida (o), que has sido exaltada (o) porque has sido escogida (o) para una gran y difícil misión.

***
            Por otro lado, el ángel Gabriel como todos los ángeles son mensajeros de Dios. Ellos obedecen la voz de Dios. Ellos transmiten lo que su voz ordena que hagan.

De manera, que los ángeles son instrumentos para que se cumpla la voluntad de Dios. Ellos no actúan por iniciativa propia o de forma independiente ni autónoma. Los ángeles obedecen la voz de Dios.
            Por lo tanto, si el ángel Gabriel saludó a María de esa manera, lo hizo porque él solo enviaba el mensaje que Dios le había ordenado dar. Es porque el mensaje del ángel era la voz de Dios sin un punto de más o de menos. Era el sentir de Dios.
            Entonces, ¿cómo saluda el ángel, es decir, cómo saluda Dios a María? “¡Salve, muy favorecida! El Señor es contigo; bendita tú entre las mujeres”.
      Y así es como siempre piensa y siente el Señor de nosotras (os) sus hijos. De esa manera es que se acerca a nosotros. De esa manera es coml piensa cuando nos acercamos a Él.
            La Palabra dice que el ángel entró donde ella estaba. El enviado de Dios entró al lugar donde ella estaba. La otra versión dice que “el ángel se le apareció”.
            Y así mismo, Dios entra a nuestras vidas hoy a través de la persona del Espíritu Santo que es Dios mismo. ¡Aleluya!
            Así mismo, Dios se nos aparece en nuestras vidas en un momento y luego a lo largo de esta.
            Y el Espíritu Santo, no dice lo que Él quiere, no viene a dar un mensaje diferente al que Dios Padre e Hijo quieren darte. ¡Imposible! Padre, Hijo y Espíritu Santo son uno, un solo Dios.
            No obstante, el Padre y el Hijo están en el cielo, sí atentos, pero Jesús nos prometió que el Padre nos enviaría la Promesa; por eso era necesario que Él se fuera, que Él ascendiera a los cielos por un tiempo.
            De manera que, el Espíritu Santo de Dios llega hasta nosotros, en cualquier lugar y a cualquier hora; y a cualquier persona que quiera escuchar lo que tiene que decir.

            Y, ¿qué es lo que nos tiene que decir? ¿Qué es lo que nos tiene que anunciar? ¿Cuál es el mensaje?

            ¡Ah! Juan, el discípulo amado, registra en su Evangelio estas palabras que Jesús les pronunció a él y a los demás discípulos: 

     “Pero cuando venga el Espíritu de verdad, él os guiará a toda la verdad; porque no hablará por su propia cuenta, sino que hablará todo lo que oyere, y os hará saber las cosas que habrán de venir” (Juan 16: 13 RVR 1960)

            Esto ya sucedió. El libro de Hechos de los Apóstoles narra el momento cuando recibieron la Promesa esperada, el Espíritu Santo de Dios, mientras se encontraban en el Aposento Alto.

            De manera que, si crees en Jesucristo como el Hijo de Dios, como tu Salvador y Redentor, has recibido el don, el regalo, la Promesa del Espíritu Santo habitando en ti.

            Eso quiere decir, que debemos estar atentos y anhelantes de que nos visite, de que entre, de que se nos aparezca.

            Debemos desear y pedirle que nos hable todo lo que ha oído de parte del Padre y del Hijo; y que nos haga saber las cosas que habrán de venir. 

            ¿Sabes? Él, como es Dios, tampoco hace acepción de personas. Él tiene el mismo corazón del Padre y del Hijo porque Él es Dios. 
     Para Él eres muy favorecida (o), muy bendecida (o).  Para Él es muy importante que sepamos, creamos y recordemos que... ¡El Señor es contigo!









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