¡QUE SEAN ABIERTOS MIS OÍDOS ESPIRITUALES!

     Yazmín Díaz Torres

     El profeta Elías escuchaba la voz de Dios, pero lo hacía de una forma distinta por no decir extraña.
     Elías declaró una sequía que duró tres años, pero no se trataba de cualquier sequía. Él le dijo al rey Acab: "Vive Jehová Dios de Israel, en cuya presencia estoy, que no habrá lluvia ni rocío en estos años, sino por mi palabra".
      Y así fue, tal y como lo dijo. ¡Ni siquiera una gota de rocío!
     Al cabo de tres años, Dios le dijo a Elías: "Ve, muéstrate a Acab y yo haré llover sobre la faz de la tierra".
     Elías obedeció y el Señor se manifestó majestuosa, poderosa y temiblemente ante los profetas de Baal y de Asera en el monte Carmelo.
     Entonces, Elías vuelve a oír de forma inusual. Le dice a Acab: "Sube, come y bebe; porque una LLUVIA GRANDE SE OYE".
     ¿SE OYE? ¡Pero si no estaba lloviendo todavía! ¡No había caído ni una sola gota!
     Entonces, ¿cómo oía Elías? Él oía la lluvia sin oirla. No la podía escuchar en el mundo natural, pero sí en el espiritual. Podía oír la lluvia porque su fe le decía que si Dios lo había dicho, así sería.
     Elías volvió a subir al monte Carmelo. Se postró en tierra y aún cuando su siervo no veía ningún indicio de lluvia, Elías sabía que llovería.
     Por eso, cuando el siervo le dijo, la séptima vez, que lo único que veía era UNA PEQUEÑA NUBE COMO LA PALMA DE LA MANO DE UN HOMBRE, Elías le dijo a su siervo, ¡sin que aún cayera una sola gota de agua!, que le avisara a Acab que corriera hacia el palacio a guarecerse de la lluvia.
      ¡Pero todavía no había caído ni una gota de agua! ¿Qué era lo que escuchaba Elías?
     El profeta conocía al único Dios y sabía que la lluvia mojaría la tierra seca y abierta. Y así fue: los cielos se oscurecieron con nubes y vientos y HUBO UNA GRAN LLUVIA.
    La lluvia que ya Elías había oído. Él y Dios. ¡Qué afinados estaban sus oídos a la voz de Dios, a los designios de Dios!
    ¡Qué certeza de que Dios haría según la palabra que le había dado! 

     No había ni una gota de rocío. No había agua en las fuentes de agua ni en los arroyos y Acab temía la pérdida de sus animales.

     Tres años sin lluvia y ¡ ni una gota de rocío!, pero Elías podía escucharla porque Dios había dicho que Él haría llover.
     ¡Suficiente para el hombre de Dios! Y Dios cumplió.
     Entonces, una vez más Dios respondió poderosamente. Tanto que, Elías hizo llenar de agua los cuatro cántaros, no una vez, sino tres veces.
    Y Jehová se manifestó y consumió el holocausto, la leña, las piedras y el polvo, y aún el agua que estaba en la zanja.
     Elías temió por su vida ante la amenaza de Jezabel y al pensar que era el único profeta de Dios que quedaba vivo. ¿Qué ideas suelo hacerme como Elías? 

     Es como si mis ojos se cegaran y mis oídos se cerraran a causa del temor que te nubla la mente, te llena de confusión y no te permite escuchar ni ver espiritualmente.
     Elías escapó hacia el desierto, se sentó debajo de un enebro y deseó su muerte.

      ¡Sí, temió, se deprimió y quiso morir! ¡Quedó rendido! ¡Exhausto! ¡Dormido!

     Yo sé lo que es eso...
     Entonces, apareció el ángel: ¡Levántate! ¡Come! 

     Una torta cocida, una vasija de agua. Comió, bebió y otra vez: lleno de temor, rendido, exhausto, dormido. ¡Otra vez!
    El ángel lo tocó por segunda vez: ¡LEVÁNTATE Y COME, PORQUE LARGO CAMINO TE RESTA! (1 Reyes 19: 7)

     ¿Lo escuchadte? ¡Largo camino te resta¡


     Entonces, caminó al monte de Dios durante 40 días y cuarenta noches. Allí se metió en una cueva donde pasó la noche.

     ¿Has estado escondiéndote en una cueva, así como Elías?
      Pero  qué maravilloso cuando Dios le pregunta qué hacía allí. ¡Ah!, porque Dios te preguntará, te inquirirá... 

     En otras palabras, estará atento, te protegerá y no te soltará hasta que cumplas con tu cometido.

     Tras la respuesta de Elías, Dios le manda a SALIR FUERA DE LA CUEVA Y A PONERSE DELANTE EN EL MONTE DE JEHOVÁ.

     Si te sientes metida en la cueva como Elías, es hora de salir. El mismo Dios está delante de ti.
    Jehová no estaba en el  grande y poderoso viento que rompía los vientos y quebraba las peñas delante de Jehová. No estaba en el terremoto ni en el fuego, todos siniestros que emitirían grandes sonidos o ruidos.

      Pero aún así, Elías logró escucharlo, logró discernir dónde estaba Dios. ¡Justo ahí! Al lado suyo, aunque más tranquilo, apacible y silencioso.
     ¿Cómo escuchaba Elías? De una manera distinta, extraña e inusual; escuchaba en el Espíritu. ¿Por qué?
     Porque entonces Elías oyó la voz de Dios preguntándole nuevamente qué hacía en ese lugar, pero ahora en el silbo apacible:

      "Y cuando lo OYÓ Elías, cubrió su rostro con su manto, y salió, y se puso a la puerta de la cueva. Y he aquí que VINO A ÉL UNA VOZ, diciendo: ¿Qué haces aquí, Elías?". (1 Reyes 19: 13)
     Y allí, Elías volvió a recibir una nueva comisión, la cual obedeció.

    ¿Preparada para lo nuevo de Dios? ¿Para lo que te dirá a solas en el silbo apacible?

     Los que creen en la Palabra que Dios ha dado a través de las Sagradas Escrituras y las que el Espíritu nos va dando en nuestro caminar, podemos escucharlas, darlas por hecho, aunque otros ni las escuchen ni las crean.
     Esa certeza nos ayuda a ser obedientes y a "ver" (o escuchar en este caso), las cosas que no son como si fueran.
    Nos permite escuchar lo que otros no pueden, por la gracia de Jesús y por Su bondad.
    Aún en tiempos de amenaza, persecusión, de temor, Él envía a su ángel y nos encuentra. Nos alimenta, nos da de beber. 

     Nos ayuda y anima a recuperar las fuerzas, aunque sea para caminar por el desierto un poco más.
     Nos sorprende con Su Presencia Manifiesta que pregunta, pero para que reflexionemos; no para reclamar.
     Tanto así que nos dará nuevas encomiendas: Nos manda a volvernos hacia el camino que abandonamos, nos asegura que llegaremos con asignaciones especiales.
     Del cumplimiento y la obediencia de esas órdenes, dependerán la caída de Jezabel, de Acab y su desdencia.
     ¿Puedes escuchar la lluvia en medio de la sequía? ¿Puedes ver las grandes victorias que el Señor te permite ganar para la Gloria de Su Nombre?
    ¡ORDENA A  TUS ENEMIGOS A QUE SE DESAPAREZCAN, A QUE HUYAN, A QUE VAYAN A ESCONDERSE DE LA LLUVIA DEL CIELO PORQUE AUNQUE NO HA HABIDO LLUVIA NI UNA GOTA DE ROCÍO, LLOVERÁ PORQUE DIOS HARÁ LLOVER SOBRE TU TIERRA!
     "Bienaventurado el que lee, y los que oyen las palabras de esta profecía, y guardan las cosas en ella escritas; porque el tiempo está cerca". (Apocalipsis 1: 3)
    

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