DEVOCIONAL DICIEMBRE

11 de diciembre de 2017
Entonces María dijo: He aquí la sierva del Señor; hágase conmigo conforme a tu palabra. Y el ángel se fue de su presencia. 
(Lucas 1: 38)

      ¡Corazón de sierva! ¡Qué difícil! Existen personas a quienes Dios les da el don de servicio. Otros tenemos que desarrollarlo con mucha ayuda de Dios.
     Por eso, María es uno de los mejores ejemplos de lo que implica tener un corazón de sierva. De un corazón que se rinde a la voluntad de Dios.
      En muchas ocasiones, Su voluntad no "encaja" con la nuestra por más que la intentemos acomodar. ¡Claro! No cabe porque es mi voluntad la que tiene que "encajar" en la Suya.
     La voluntad de Dios nos sorprende, nos deja perplejos, nos incomoda, nos molesta, nos asusta, nos trae problemas. ¡Y eso que Él lo que hace es darnos solo un "vistazo".
      Sin embargo, a María se le había anunciado cuál era la voluntad de Dios en uno de los asuntos más importantes de todos los tiempos, la encarnación de Su Hijo, y su participación en ese grandioso evento.
      Pero he llegado a la conclusión de que será "más fácil" aceptarla y obedecerla si, como María, recordamos y tenemos bien claro de quién proviene ese designio. 
      También, a quién serviremos. Además, el propósito de ese decreto. Si entiendo cuál será mi participación en ello. 
     Si valoro el privilegio, la gracia, el favor inmerecido que se nos da al incluirnos en semejante "empresa".
      Si comprendemos Su Soberanía. Si recordamos que es imposible entenderlo todo porque Sus pensamientos son más altos que los nuestros y quién conocerá la mente de Dios.
     Entonces, consideramos como requisitos indispensables la fe, la confianza, la obediencia y la entrega total a la voluntad de Dios.
     He dicho otras veces que "se dice muy fácil, pero es difícil cumplirlo".
     Todos queremos hacer Su voluntad, pero siempre tenemos una imagen, una idea de cuál será. Por eso, cuando la voluntad del Padre se va alejando de la mía, comienzo a forcejear. Es posibme que Dios se haya equivocado un poco. ¡Jaja! ¡No!
     ¡Qué bueno sería que Él nos dijera "ven, buen siervo fiel; en lo poco fuiste fiel, en lo mucho te pondré".
      Dice la Palabra que el siervo no espera que le agradezcan o lo feliciten por su trabajo porque es que lo que ha hecho es, precisamente su trabajo.
     En el tiempo de Jesús, los siervos estaban obligados a trabjar para sus señores, sus amos, por cierto número de años. Luego de eso, quedaban libres; pero muchos esclavos deseaban quedarse con sus amos porque estos los habían tratado bien y, a su vez, el amo deseaba mantenerlo consigo, pues le había servido bien, había sido fiel y ya era parte de la familia.
     Esos debemos ser nosotros, los que le servimos porque Él se merece todo honor y toda gloria y porque los afortunados, los bendecidos seremos nosotros.
      Pero además porque esto se trata de algo más grande y sublime que mi propia historia. Se trata de Dios, de Su Reino, de Su Iglesia y de Su voluntad.
     Jesús es el mejor ejemplo de un corazón de siervo, de un corazón rendido y vencido por el amor del Padre, y de un espíritu obediente hasta la muerte.
    Padre, concédenos Tu favor y Tu gracia, y ayúdanos a ser tus siervos, a entregar nuestras voluntad para abrazar la tuya y a confiar en Tu Amor, tu Bondad y Tu Sabiduría como lo lo hizo María y tu Hijo Amado, Jesús.







      


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