¡ESTA ES TU ESPERANZA!
“Y me dijeron: El remanente, los que quedaron de la cautividad, allí en la provincial, están en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego”. (Nehemías 1: 3)
Hay vidas en gran sufrimiento porque los muros de su ciudad, de su vida, de sus asuntos, cualesquiera que sean se encuentran destruidos. Sus sueños, sus expectativas se han esfumado.
Algunos se sienten sin fe y sin esperanza, como muertos en vida porque lo único que ven a su alrededor es pérdida, destrucción, dolor.
Desde esta madrugada, el Espíritu Santo de Dios me mostraba esta escena y depositaba en lo más profundo de mi ser la palabra para todos cuantos en esta hora y desde hace ya algún tiempo, lo que experimentan es soledad, un espacio inhabitable por lo grotesco del fuerte impacto que cada combate, que cada batalla ha dejado a su paso.
Parecería que solo quedan escombros y que no hay posibilidad alguna de restauración. “No hay nada más que hacer”, sienten algunos. “Ni siquiera vale la pena intentarlo”, gimen otros.
Sus ojos están abiertos, pero ya no pueden ver solo ruinas y desolación, angustia, terror. No pueden escuchar con claridad la voz del Espiritu Santo que consuela y da esperanza. No pueden ver a Sus ángeles acampando a su alrededor.
Pero el Señor es bueno y quiere asegurarte que para Él no hay nada imposible; más bien, ya se ha dispuesto a reconstruir, junto a ti, tus puertas, tus muros, tu ciudad. Se ha dispuesto a ayudarte, a consolarte, a fortalecerte y a dirigirte en este proceso. Se ha dispuesto a ayudarte a ver otro panorama.
¡Tus puertas serán reconstruidas! ¡Tus muros serán restaurados! ¡Tu ciudad será reedificada nuevamente!
¡Las vidas serán restauradas, levantadas y preservadas de todo mal!
Él ha declarado la palabra. El Dios Trino sabe bien lo que ha sucedido, ha sentido tu dolor y se ha compadecido. Ha llorado contigo como lo hizo Nehemías.
El Espíritu Santo nos ayuda a orar al Padre como conviene, con gemidos indecibles como lo hizo Nehemías.
“Yo haré a un lado a los Tobías y a los Sanbalat y no podrán siquiera acercársete. Esta es la hora de tu rescate. Este es el tiempo de la conquista y de tu victoria en Mí para la Gloria de Mi Nombre. ¡Yo me glorifico en ti!”.
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