DEVOCIONAL - DICIEMBRE 2017


"Entonces el ángel le dijo: María, no temas, porque has hallado gracia delante de Dios". (Lucas 1: 30)

      ¡No temas!, le animó el ángel. Este "no temas", me recuerda otros "no temas" de Dios.
      No sé cuántos de ustedes hayan necesitado estas palabras tan alentadoras de parte del Señor. Él me las ha hecho llegar cuando más las he necesitado. 
      A través de Su Palabra, a través del Espíritu Santo consolándome y fortaleciéndome o a través de un ser querido, de un hermano o hermana en la fe.
    En el Antiguo Testamento, se registra que Josué había perdido a su líder y compañero de toda una vida, Moisés. Dios le recordaba que él era el escogido para tomar y conquistar la tierra prometida. 
     Es cierto que los beneficios de Sus promesas eran grandes y deseables, aparte de que llevaba toda una vida esperando por ellas. No obstante, junto con la comisión, junto al recuerdo de las promesas y junto a importantes instrucciones, Dios le insiste una y otra vez a Josué que fuera fuerte, valiente y a que no desmayara.
     Dios le hacía la advertencia de no temer: "Mira que te mando que te esfuerces y seas valiente; no temas ni desmayes, porque Jehová tu Dios estará contigo en dondequiera que vayas" (Josué 1: 9).
     "No temas", le dijo Dios a Josué justo en el momento en que le revela la comisión y las instrucciones. Se parece a lo que le dijo el ángel a María. También a ella le sería anunciada y encomendada una gran misión.
     Ese "no temas", me recuerda a Zacarías, el sacerdote y esposo de Elisabet. A él también se le apareció un ángel mientras "ejercía el sacerdocio delante de Dios" (Lucas 1: 8). 
     Zacarías y Elisabet ya eran viejos y no habían podido tener hijos. Entonces, se le apareció un ángel al lado derecho del altar del incienso e, inmediatamente le dijo a Zacarías: "Zacarías, no temas; porque tu oración ha sido oída, y tu mujer Elisabet te dará a luz un hijo, y llamarás su nombre Juan. 14 Y tendrás gozo y alegría, y muchos se regocijarán de su nacimiento; 15 porque será grande delante de Dios. No beberá vino ni sidra, y será lleno del Espíritu Santo, aun desde el vientre de su madre. 16 Y hará que muchos de los hijos de Israel se conviertan al Señor Dios de ellos" (Lucas 1: 13- 16). 
     ¡Qué anuncio! ¡Qué encomienda! ¡No temas, Zacarías! No solo podrían por fin tener al hijo que tanto habían ahnelado, sino que este sería motivo de gran alegría y regocijo para ellos y para otros. Ese hijo sería graaande delante de Dios. Además, haría que muchos israelitas se convirtieran al Señor. Puedo imaginar que ese anuncio sería mil veces mejor que pegarse en la loto.
     La Palabra dice: "12 Y se turbó Zacarías al verle, y le sobrecogió temor"  (Lucas 1: 12). ¡Al igual que María cuando escuchó el saludo del ángel! Y, sin duda, al igual que Josué. De lo contrario, ¿por qué Dios tendría que repetirle que fuera valiente, que se esfirzara, que no desmayara, que no temiera? ¡Ah! Y, ¿por qué le aseguraría que estaría con él siempre tal y como lo estuvo con Moisés?
      Estoy segura de que podrás recordar unos cuantos ejemplos más. Y es posible que tú misma (o), al igual que María, que Josué y que Zacarías hayas sentido temor. Sin embargo, en todos los casos, el llamado es a "no temer".
     Eso quiere decir que, cuando Dios se nos acerca, personalmente o a través de otro medio, para darnos un anuncio, cualquiera que sea, Él nos insiste en que no debemos temer porque hemos "hallado gracia delante de Él".
      También, porque como le dijo a María, el Señor es con nosotros todos los días de nuestra vida.
     Una gran encomienda requiere una gran obediencia, una gran valentía y una gran protección, defensa, compañía, dirección, sabiduría. Eso se llama "gracia".
     He concluido que gracia es gracia, uego de haber estudiado los diversos significados y sus diversas connotaciones cuando se ha utilizado tanto en el Antiguo como en el Nuevo Testamento.
      He escuchado decir, en más de una ocasión, que la misericordia de Dios significa que NO recibimos el castigo que merecíamos; mientras que la gracia se refiere a que recibimos las bendiciones que NO merecíamos.
      Siempre, de una forma u otra, la gracia se refiere a la bondad, a la benevolencia y al favor inmerecido que Dios muestra hacia nosotros.
      No es que nosotros poseemos gracia y por nuestra gracia, Dios nos ha escogido. La Gracia proviene de Dios, viene del cielo, la recibimos nosotros de parte de Dios. Precisamente en eso radica la gracia. 
     Y es que la necesitaremos tooodo el tiempo. A veces, nos quedamos sin fuerzas, a veces sentimos temor... Entonces, necesitamos gracia: "Bástate mi gracia porque mi poder se perfecciona en tu debilidad", le contestó el Señor al apóstol Pablo luego de haberle pedido lo mismo en tres ocasiones.
     María había hallado gracia delante de Dios, le dijo el ángel a María. ¡Poderoso!
     Nosotras (os) también hemos hallado gracia delante de Dios. De lo contrario, Él no nos hubiese amado primero, Él no nos hubiese buscado ni salvado...
     En hebreo es hen; y en gr.iego escharis. Término utilizado por los escritores bíblicos con una considerable variedad de significados:
( 1 ) Propiamente dicho, aquello que da gozo, placer, deleite, encanto, dulzura, hermosura;
( 2 ) buena voluntad, bondad, misericordia, etc.;
( 3 ) la bondad de un amo hacia un esclavo. Por lo tanto, por analogía, gracia ha llegado a significar la bondad de Dios para con el hombre (Joh 1:14)— ha provisto la redención del hombre. Desde la eternidad ha determinado ofrecer su favor a todos los que tienen fe en Cristo como Señor y Salvador. (Diccionario Mundo Hispano)
     Gracia en singular hace referencia sobre todo a Dios como don que se comunica de forma múltiple al hombre. Unas veces remite a Dios mismo en cuanto fuente de ese don, y entonces gracia es sinónimo de amor, benevolencia, misericordia, fidelidad (Diccionario Pastoral).
     La gracia está relacionada a la humildad: Por esto, la Palabra dice que "Dios resiste a los soberbios, y da gracia a los humildes" (Santiago 4: 6). 
     María poseía esa virtud que tan importante es para nuestro Señor. En el Sermón del Monte, así lo enseñó Jesús, donde llama a los humildes "bienaventurados" y les hace una promesa: "Bienaventurados los humildes, pues ellos heredarán la tierra" (Mateo 5: 5).
     Lo que María todavía no sabía era que su gracia también sería para salvar al mundo: "Porque de su plenitud tomamos todos, y gracia sobre gracia. Pues la ley por medio de Moisés fue dada, pero la gracia y la verdad vinieron por medio de Jesucristo" (Juan 1: 16-17).
      ¡Abre tus brazos, tu mente, tu corazón, tu espíritu y recibe la Gracia de Dios! ¡Tú has hallado gracia delante de Él ¡No temas!
      ¡Él nunca te abandonará ni desamparará! ¡Nunca te pedirá que hagas algo para lo cual no hayas recibido antes y en todo momento, Su Gracia!
      

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