LA ORACIÓN DE TU SIERVA

"Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible, que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos; (6) esté ahora atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israel tus siervos; y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado". (Nehemías 1: 5-6 RVR1960)

Yazmín Díaz Torres

     En estos días sentí como una confirmación cuando una de las líderes-consejeras-ancianas del Ministerio Los Eslabones (Ministerio de Oración e Intercesión) escribió acerca de Nehemías. Fue una confirmación de que debía escribir como el Espíritu Santo lo había puesto en mi corazón que lo hiciera.
     Específicamente acerca de los versículos 5 al 11 del Capítulo 1. ¿Por qué no lo había hecho? 

     Porque pareciera, a veces, que hay palabras prohibidas o, al menos, que no agradan y provocan malestar. Más bien, parecen causar incomodidad aún en los creyentes: pecado, confesión, arrepentimiento, mandamientos, estatutos, preceptos, humillación, ruego, súplica, ayuno, oración.
     Y si le añadimos el hecho de que todavía hay muchos que no han conocido ni reconocido la Verdad, que existe un solo Dios, que es Soberano, Todopoderoso, a quien le debemos toda nuestra adoración, amor, obediencia y fidelidad, mensajes como el del libro de Nehemías, incomodan más todavía.
      ¡Cuánto ahnelo que el Espíritu Santo nos atraiga a Su Palabra, por tanto, a Su Persona, y nos ilumine, toque nuestro corazón y transforme nuestra mente y nuestro hombre o ser interior para la Gloria de Su Nombre!

     En el v. 5 Nehemías nos cuenta un momento muy íntimo, muy suyo, pero qué bueno que lo compartió. 

     Sí porque muchas veces reconocemos las grandes hazañas que hombres y mujeres han llevado a cabo en Nombre de Dios, pero es necesario ver tras bastidores, tras las cortinas. 

     Saber y entender que la proeza o grandeza de ese hombre no radica únicamente en el resultado, sino en su humillación a Dios, en su confesión y arrepentimiento. En su reconocimiento de quién es Dios, de admitir en qué se ha fallado y, más aún, en reconocer que sin Su perdón, sin Su favor y Su gracia, la tarea será imposible. Aleluya! 

     ¡Por eso es importante mirar detenidamente cuál fue su reacción ante la adversidad, ante una crisis mayor, ante una gran pérdida como la que estamos atravesando en Puerto Rico y en otros países del mundo donde se han desatado calamidades de la magnitud de terremotos, huracanes, fuegos forestales, inundaciones, que no solo han desprovisto a las personas de sus viviendas, de alimentos, vestimenta, trabajos, mascotas, sino hasta de sus propias vidas, de la ilusión de un futuro mejor, de la reconstrucción de su pueblo y de sus vidas y las de sus familias!

     Nehemías y el pueblo al que él pertenecía enfrentaba una gran crisis luego de otra gran desgracia, pues habían vivido como cautivos por muchos años en Babilonia. Ahora, algunos habían logrado regresar a Jerusalén, pero estaban "en gran mal y afrenta, y el muro de Jerusalén derribado, y sus puertas quemadas a fuego" (Nehemías 1: 3).

     El mismo Nehemías admite que cuando oyó esas noticias, se sentó y lloró. Creo que nosotros podemos identificarnos bastante con Nehemías. 

     En mi caso, ante la destrucción que provocó el huracán Irma y luego María en Puerto Rico, en tras islas y estados a los que impactó, y ante otros fenómenos atmosféricos que han causado terribles daños en otras partes del mundo, me mantuve fortalecida y confiada en Dios, pero con un gran dolor y sufrimiento en mi corazón. Suplicando al Señor por misericordia. No obstante, hace poco, tuve que llorar como Nehemías.

     Sin embargo, además de hacer duelo por algunos días, Nehemías dice que "ayunó y oró delante del Dios de los cielos" (v.4). Esto es lo que hace a este hombre un hombre distinto porque Nehemías no era cualquier hombre. 

     Su oficio como copero del rey Artajerjes y su modo de vivir en el palacio, no habían hecho que olvidara que realmente pertenecía al pueblo elegido de y por Dios. Él se sentía parte de ellos, seguía siendo un israelita, un judío y le seguía importando y sintiendo como propio el dolor de su gente.

     Más importante aún, experimentando el dolor que le provocaba las implicaciones de que los muros que guardaban la ciudad estuviesen destruidos. 

     Según la "Biblia de estudio para la mujer" (p. 616, Nota 1.3), "una ciudad sin muro no era segura. En un mundo en el que la condición de los muros se veía como indicativo del poder de los dioses de ese pueblo, el estado de los de Jerusalén era motivo de afrenta (vergüenza) para Yahvé, el Dios de los hebreos, por parte de sus vecinos".

     "Nehemías equiparó el estado del muro con el de la obediencia al Señor por parte de su pueblo. Estaba apenado por la reputación de Dios" (p. 616, Nota 1.4).

     ¿Qué es lo que más nos ha provocado llanto y gran dolor en la situación actual de Puerto Rico? Creo que lo que más nos ha provocado llanto y gran dolor a muchos es lo mismo que nos lo provocaba antes del huracán. Es la crisis que ya existía como resultado de la apostasía, la apatía y la anarquía en los corazones con respecto a Dios. 

     Hay una cita célebre que dice que el pueblo o nación que no conoce su historia, está avocado a cometer los mismos errores que se cometieron en el pasado. Y es cierto. El libro de Oseas 4: 6, lo dice: "Mi pueblo fue destruido, porque le faltó conocimiento".

      Nehemías sabía muy bien por qué el pueblo de Dios se encontraba en semejante situación. El estado de su ciudad, de sus muros, de sus puertas y de sus vidas, era el reflejo del estado de la relación de muchos con Dios. Y eso sí es razón para sentarse, para llorar y lamentarse. Para ayunar y orar.

     Sin embargo, no todo estaba perdido. Nehemías sabía por dónde debía empezar. Sabía quién era su Dios. Sabía que era lento para la ira y rico en misericordia. 

     Por eso, invocó Su Nombre. Por eso ayunó y oró a Dios. Por eso exaltó Su Nombre y le adoró: "Y dije: Te ruego, oh Jehová, Dios de los cielos, fuerte, grande y temible..." (v. 5).

       Por eso, en ese mismo versículo, le recuerda que es un Dios de pacto: "...que guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos..." (v. 5). ¡Dios guarda el pacto y la misericordia a los que le aman y guardan sus mandamientos! En otras palabras: ¡DIOS ES FIEL!

     ¿Ha amado Puerto Rico y el mundo a Dios? ¿Han guardado sus mandamientos?

      Todavía falta mucho pueblo que lo que ha hecho es darle la espalda a Dios. Mucho pueblo que ha confundido el Evangelio. Mucho pueblo que hace planes sin contar con Dios y en los que no está Dios. Mucho pueblo cuyos intereses y deseos no están en Dios. ¡Tal y como Gomer, la esposa infiel del profeta Oseas!

     Entonces, Nehemías le pide al Señor que escuche su oración: "...esté atento tu oído y abiertos tus ojos para oír la oración de tu siervo, que hago ahora delante de ti día y noche, por los hijos de Israeltus siervos..." (v. 6). 

     La oración en la que se posiciona entre el pueblo y Dios. La oración en la que se posiciona como intercesor. La oracion que no cesa, la que hace día y noche. La oración que escuchará Dios. 

     ¡Sí, la escuchará! En el Salmo 91: 15, lo promete: "Me invocará, y yo le responderé; con él estaré yo en la angustia; lo libraré, y le glorificaré".

     Todavía Nehemías no termina su oración. Ahora confiesa los pecados del pueblo, pero no solo los de ellos, sino que se incluye como parte del pueblo que es. 

     Nehemías no dice: ¡Perdona a ese pueblo pecador! ¡No! Nehemías se reconoce pecador como los demás y confiesa su pecado: "...y confieso los pecados de los hijos de Israel que hemos cometido contra ti; sí, yo y la casa de mi padre hemos pecado" (v. 6).

     En el v. 7 continúa confesando sus pecados. Y no los aminora. No dice: "Señor, perdóname si he o hemos pecado contra Ti". Dice: "En extremo nos hemos corrompido contra ti, y no hemos guardado los mandamientos, estatutos y preceptos que diste a Moisés tu siervo" (v. 7).

     ¿Cómo que si he pecado contra ti? La Palabra dice que el que dice que no peca, miente: "Si decimos que no tenemos pecado, nos engañamos a nosotros mismos, y la verdad no está en nosotros" (1 Juan 1: 8).

     ¡Ah! Es que admitir que hemos pecado no es fácil. Imagínate. ¿Qué dirán de mí? ¡No! A nadie le gusta admitir que peca porque el pecado es tan sucio como el agua, el fango y las aguas negras que inundaron nuestras casas o que contaminan los cuerpos de agua.

    ¡No debemos tomarla porque nos enfermamos! Hay que hervirla, purificarla con Clorox primero, en todo caso.

    No nos gusta admitir que pecamos, pero la verdad es que pecamos. Gracias a Dios que nos proporcionó una solución que nos limpia mejor que hervir o echar Clorox.

     El Padre nos dio a Su Hijo, el Cordero Sin Mancha. Y Jesús se dio a sí mismo para que todo el que crea en Él, se arrepienta, confiese, pida perdón y acepte a Jesucristo como Su Salvador, no se pierda, mas tenga vida eterna.

     Cristo pagó el castigo que nos merecíamos nosotros por nuestros pecados. Él pagó el precio y pagó con su muerte nuestro rescate.

     Nos limpió con su sangre para darnos lo que no merecíamos: el perdón, limpieza, justificación y un nuevo nacimiento, una nueva vida, pero siempre unidos a Él. ¡Santo!

     Esto no lo tenía todavía Nehemías ni su pueblo, pero tú y yo sí. ¡Pero si no hemos cometido pecado...!

     En los versículos  8 y 9, Nehemías le pide a Dios que recuerde Sus promesas: "Acuérdate ahora de la palabra que diste a Moisés tu siervo, diciendo: Si vosotros pecareis, yo os dispersaré por los pueblos; (9) pero si os volviereis a mí, y guardareis mis mandamientos, y los pusieres por obra, aunque vuestra dispersión fuere hasta el extremo de los cielos, de allí os recogeré, y os traeré al lugar que escogí para hacer habitar allí mi nombre".

     Este es una de las mejores momentos para que Puerto Rico, no solo se levante económicamente. No solo mejore y/o reconstruya su sistema de energía eléctrica, de acueductos, de construccion de viviendas, carretaras y puentes, entre otros aspectos.

     Este es el momento oportuno, esta es la gran oportunidad que el Señor nos ha dado para reflexionar y meditar en lo que hemos hecho como individuos, como esposo y esposa, como madre, como padre, como hija o hijo, como hermano, como empleado, como jefe, como sacerdote, como pastor o pastora, como "oveja", como hijo e hija de Dios, como puertorriqueños y como ciudadanos del Reino de los Cielos.

     Sé que son muchos y muchas los que pueden ver y entender las grandes bendiciones que el Señor ha preparado para nosotros como pueblo y como individuos, como Iglesia, si respondemos correctamente como lo hizo Nehemías, como lo hizo el rey Artajerjes y como lo hizo la mayor parte del pueblo.

     Nehemías también le recuerda a Dios por quiénes estaba intercediendo: "Ellos, pues, son tus siervos, y tu pueblo, los cuales redimiste con tu gran poder, y con tu mano poderosa" (v. 10). 

     ¿Lo habría olvidado Dios? ¡Jamás! Tampoco nos ha olvidado a nosotros ni lo hará. Siempre nos recuerda, nos tiene en Su mente y está atento a nuestras circunstancias y necesidades. 

     Su Palabra dice: "El deseo de los humildes oíste, oh Jehová; Tú dispones su corazón, y haces atento tu oído, (18) para juzgar al huérfano y al oprimido, a fin de que no vuelva más a hacer violencia el hombre de la tierra" (Salmo 10: 17-18). "Y antes que clamen, responderé yo; mientras aún hablan, yo habré oído" (Isaías 6: 24).

     La actitud de Nehemías, toda su reacción desde que se enteró de lo que sucedía en Jerusalén nos develan a un hombre de Dios. A un hombre con temor de Dios. A un hombre que ama a Dios, que lo conoce, que tiene una relación íntima con Dios y, por lo tanto, capaz de compadecerse de su pueblo y de pedir el favor de Dios para reconstruirlo.

     Finalmente, Nehemías pide nuevamente a Dios que escuche su oración y la de todo su pueblo. Pide que le dé éxito en la reconstrucción de los muros de Jerusalén. Además, le pide que le dé favor y gracia delante del rey a quien le pediría permiso para ausentarse de su trabajo en el palacio y para que le diese provisiones y para que le diese cartas para los guardabosques.

    Nehemías consiguió todo lo que quería de parte del rey. Nehemías y el pueblo logró reconstruir, a pesar de los Tobías y los Sambalat. Nehemías logra, a través de Esdras, leer la ley al pueblo, confesar y arrepentirse de sus pecados, y prometer que guardarían Sus mandamientos.

     A través de Nehemías, de su temor a Dios y de su compasión por el pueblo, se restauraron los muros y puertas de Jerusalén; pero no solo los muros y las puertas como estructuras físicas y arquitectónicas, sino las estructuras y la arquitectura de los corazones sometidos y rendidios a Dios.

SALMO 103: 10-18:

     

No contenderá para siempre,
Ni para siempre guardará el enojo.

10 No ha hecho con nosotros conforme a nuestras iniquidades,
Ni nos ha pagado conforme a nuestros pecados.

11 Porque como la altura de los cielos sobre la tierra,
Engrandeció su misericordia sobre los que le temen.

12 Cuanto está lejos el oriente del occidente,
Hizo alejar de nosotros nuestras rebeliones.

13 Como el padre se compadece de los hijos,
Se compadece Jehová de los que le temen.

14 Porque él conoce nuestra condición;
Se acuerda de que somos polvo.

15 El hombre, como la hierba son sus días;
Florece como la flor del campo,

16 Que pasó el viento por ella, y pereció,
Y su lugar no la conocerá más.

17 Mas la misericordia de Jehová es desde la eternidad y hasta la eternidad sobre los que le temen,
Y su justicia sobre los hijos de los hijos;

18 Sobre los que guardan su pacto,
Y los que se acuerdan de sus mandamientos para ponerlos por obra.



     


     


     

Comentarios

Entradas más populares de este blog

PÁMPANOS: YO SOY LA VID VERDADERA

¡ACEPTOS EN EL AMADO! (Efesios 1: 3-7)

¡ESTA ES TU ESPERANZA!