DEVOCIONAL DICIEMBRE

viernes, 15 de diciembre de 2017

Hizo proezas con su brazo;

esparció a los soberbios en el pensamiento 

de sus corazones.
52 
Quitó de los tronos a los poderosos,

y exaltó a los humildes.
53 
A los hambrientos colmó de bienes,

y a los ricos envió vacíos.
54 
Socorrió a Israel su siervo,

acordándose de la misericordia
55 
de la cual habló a nuestros padres,

para con Abraham 
y su descendencia para siempre.
(Lucas 1: 51-55)

     Definitivamente, este es un cántico que ha brotado de un corazón maravillado ante la grandeza de Dios y, a la vez, ante Su misericordia, bondad, amor y fidelidad. 
     Es evidente que María está llena del Espíritu Santo como para poder loar al Altísimo como si fuese una experimentada cantora, adoradora y/o salmista. Y con ello, demuestra que para convertirse en un adorador, solo se necesita un corazon agradecido y sincero.
      Cuando Jesús hablaba con la samaritana en el pozo, ella le expresa que según ellos (los judíos), Jerusalén era el lugar donde se debía adorar (Juan 4: 20).
      ¡Hasta en este aspecto se nota cómo Jesús había venido a cambiar muchas concepciones falsas o erróneas! Lo importante no era dónde se adorara ni quién lo hiciera, sino a quién y cómo. La adoración no se supeditaba a un lugar ni a un grupo o clase específicos. Y Jesús mismo lo aclara: 


      "23 Mas la hora viene, y ahora es, cuando los verdaderos adoradores adorarán al Padre en espíritu y en verdad; porque también el Padre tales adoradores busca que le adoren.

      "24 Dios es Espíritu; y los que le adoran, en espíritu y en verdad es necesario que adoren" (Juan 4: 23-24).

      A Dios le tiene que haber agradado mucho el cántico de María porque Él es quien conoce nuestro corazón. Y María exaltaba el poder, la soberanía y la manificiencia de Dios, a la vez que lo glorificaba por su misericordia.
    Todo con un corazon genuino, con un corazón de adoradora que lo adoraba en espíritu y verdad. ¡Aleluya! 
      Aunque el cántico de Ana, la esposa de Elcana, es más extenso que el que pronuncia María, también es el producto de un corazón agradecido que ha probado los beneficios, la bondad, el amor y la misericirdia de Dios: "Mi corazón se regocija en Jehová, mi poder se exalta en Jehová; mi boca se ensanchó sobre mis enemigoss, por cuanto me alegré en tu salvación. No hay santo como Jehová; porque no hay ninguno fuera de ti, y no hay refugio como el Dios nuestro" (1 Samuel 2: 1-2).
     ¡Llénense nuestro espíritu y nuestros labios de un corazón de adorador que adora al Señor en espíritu y en verdad!

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