CONVERSION: ¡ESTE ES TU TIEMPO!
El Señor llega a tiempo a nuestras vidas. ¿Es acaso el tiempo para Él en tu vida? ¿Acaso no has venido pidiendo ayuda?
¿Quizás un milagro? ¡Este es el tiempo! Justo cuando menos te lo imaginabas,
cuando ya ni lo esperabas.
¿Es el momento y el lugar menos indicados? Los tiempos de Nuestro Señor Jesucristo son otros; no son como los nuestros. ¡Son distintos! No obstante, en todo tiempo, está Su cuidado y Su amor.
Te daré un ejemplo de cómo para el Señor, cualquier tiempo es bueno para recibirlo como tu Salvador o para reconciliarte con Él o para establecer una nueva relación con Él, más estrecha y verdadera. Ese tiempo, a su vez, cambiará dramática y significativamente el tuyo.
¿Es el momento y el lugar menos indicados? Los tiempos de Nuestro Señor Jesucristo son otros; no son como los nuestros. ¡Son distintos! No obstante, en todo tiempo, está Su cuidado y Su amor.
Te daré un ejemplo de cómo para el Señor, cualquier tiempo es bueno para recibirlo como tu Salvador o para reconciliarte con Él o para establecer una nueva relación con Él, más estrecha y verdadera. Ese tiempo, a su vez, cambiará dramática y significativamente el tuyo.
Así
pasó en la vida de una mujer llamada Lidia.
Las Sagradas Escrituras, en el libro de Hechos de los Apóstoles, narran
cómo en el tiempo y en el lugar menos pensado, ocurrió un suceso que marcó y
transformó la vida de Lidia y la de toda su casa.
El
Apóstol Lucas, escritor de Hechos y testigo de este suceso, narra que junto a
Pablo y a Silas, llegó a Filipos, una de las ciudades principales de Macedonia
y colonia del gran imperio romano.
Entonces:
“(13) El día de descanso nos alejamos
un poco de la ciudad y fuimos a la orilla de un río, donde pensamos que la
gente se reuniría para orar, y nos sentamos a hablar con unas mujeres que se
habían congregado allí. (14) Una de
ellas era Lidia, de la ciudad de Tiatira, una comerciante de tela púrpura muy costosa,
quien adoraba a Dios. Mientras nos escuchaba, el Señor abrió su corazón y ella
aceptó lo que Pablo decía. (15) Fue bautizada junto con otros miembros de su
casa y nos invitó a que fuéramos sus huéspedes. “Si ustedes reconocen que soy
una verdadera creyente en el Señor ̶
dijo ella ̶ , vengan a quedarse en mi casa”. Y nos insistió hasta que aceptamos.” (Hechos 16:
13-15, NTV)
Fíjate,
la Palabra de Dios llegó a esta mujer en el tiempo y en el lugar menos
indicado. Era el día de descanso, es
decir, era sábado. Lo sabemos porque en
aquella cultura, el día de descanso, el día que se le dedicaba al Señor, era
sábado.
Además, Lidia se encontraba en el río junto
con otras mujeres. ¿Quién lo iba a
pensar? ¿Hasta allá llega Dios a buscar
a uno de sus hijos?
¡Sí!
Él llega a cualquier parte para impactar y cambiar tu vida, para
bendecirla. ¿Y por qué en el río? ¡Ah!, porque estos hombres llegaron a una de
las primeras ciudades de Roma, una de
las más importantes, si no la más importante; y los romanos no creían en
Jesucristo. Ellos creían en muchos
dioses. Al parecer, no existía una
sinagoga, un templo donde ellas y pudieran reunirse a adorar libremente al
Señor.
…pero
eso no fue un impedimento para Dios. Él
llega a cualquier ciudad, a cualquier lugar y en cualquier tiempo. Tal y como
ha llegado a ti en este momento, en este tiempo y en este lugar en el que te
encuentras leyendo.
¡Todos
los días son días del Señor! ¡Este es el mejor tiempo para renovar tu relación
con Jesucristo!
Por
otro lado, tal vez estés pensando: “Es que yo creo en Dios.”Eso
sucedió con Lidia: ella fue al río a orar y a adorar a Dios. Quiere decir que creía en Él.
Es
posible que asistas regularmente a una iglesia y, a lo mejor, desde hace muchos
años. O quizás, asistías a alguna y, por
alguna razón, te has apartado. Claro, existe la posibilidad de que no hayas
seguido de cerca ninguna creencia o que no creas en Jesucristo como tu Salvador
o que practiques otra religión o tipo de creencia.
¡No importa! A Lidia le llegó su tiempo, así como te ha
llegado a ti. Al
parecer, aunque Lidia se había marchado con otras mujeres al río en el día de
descanso a orar y a adorar a Dios, no había tenido un verdadero encuentro con
el Señor, no conocía toda la Verdad.
Esa
Verdad que haría que lo conociera mejor, que lo conociera de cerca, que haría
que estableciera una relación íntima con Él y provocaría una transformación
significativa en su vida.
No
importa cuál sea tu situación, Nuestro Señor Jesucristo desea intimar contigo
aún más, desea revelársete de una manera distinta y especial. ¡Desea que se cumpla el propósito que diseñó
para ti desde antes de la fundación del
mundo!
Lidia
escuchó a los enviados del Señor, escuchó la voz de Dios a través de la
predicación de Pablo. Ella prestó atención. La Palabra de Dios dice que la fe
viene por el oír y el oír de la Palabra
de Dios (Romanos 10: 17). Así que, al
leer este mensaje detenidamente, estás “escuchando” la voz de Dios, estás
prestando atención a lo que Él quiere decirte.
El
Señor estaba tan interesado en Lidia entonces como lo está en ti hoy. Él le
abrió su corazón a ella para que pudiera recibir el mensaje de Pablo.
Ruego
al Padre, en el Nombre de su Hijo Jesucristo, que abra tu corazón para que,
como Lidia, aceptes este mensaje.
Lidia
aceptó el mensaje que Pablo predicaba.
¿Lo aceptarás tú?
Ella
no se opuso, no tuvo excusas, no discutió con razonamientos vanos que hubiesen
impedido que ese fuese su tiempo.
¡No
te resistas! Permite que el Espíritu
Santo abra tu corazón y acepta Su mensaje.
¡Este es tu tiempo!
Lidia
no se quedó solo en la palabra: “Sí, acepto”.
Ella pasó de la palabra a la acción y allí mismo se bautizó. Ella aceptó
la nueva vida que el Señor le ofrecía. Dejó el pasado atrás y comenzó a ser una
nueva persona en Cristo. Pasó a ser hija
de Dios con todo lo que eso implica porque los hijos heredan de sus padres y
porque los padres cuidan de sus hijos y solo quieren darles cosas buenas.
La
Palabra de Dios establece que Jesús “vino a los de su propio pueblo, y hasta
ellos lo rechazaron; pero a todos los que creyeron en él y lo recibieron, les
dio el derecho de llegar a ser hijos de Dios.
Ellos nacen de nuevo, no mediante un nacimiento físico como resultado de
la pasión o de la iniciativa humana, sino por medio de un nacimiento que proviene
de Dios.” (Juan 1: 11-13)
Al
escuchar, aceptar y bautizarse, Lidia no obtuvo beneficios solo para ella, sino
que también escucharon, aceptaron y se bautizaron los de su casa, es decir, su
familia.
Parece
que lo que Lidia recibió ese día fue muy bueno, parece que le hizo mucho bien
de forma instantánea y produjo un cambio significativo en su vida porque ella
invitó a los tres hombres de Dios a su casa. Es más, dice la Palabra que les
insistió para que fueran sus huéspedes.
Tenía un gran interés en que la visitaran y se quedaran en su
hogar.
Eso
es lo que sucede con los que escuchan y aceptan a Jesucristo en su vida. Le abren su corazón y desean que Él
permanezca allí, en su corazón, en su vida.
Lidia
atesoró y guardó la Palabra que recibió así como nosotras debemos atesorarla,
guardarla y respetarla. Estos son los
que se convierten en seguidores, en discípulos de Cristo: “Todo el que quiera ser mi discípulo debe seguirme, porque mis siervos
tienen que estar donde yo estoy. El
Padre honrará a todo el que me sirva.” (Juan 12: 26)
¡Te
aseguro que lo que estás recibiendo hoy a través de este mensaje es la mejor
fortuna, el mejor tesoro que nunca jamás podrías obtener!
Y…
¿qué fue lo que escuchó Lidia? Lidia
escuchó la predicación del Evangelio, es decir, de la Buena Noticia.
¿Qué
predicaba Pablo y los demás apóstoles? El mismo mensaje que te anuncia hoy, el
mismo que Él quiere que escuches, que creas y que aceptes hoy:
“Hermanos, ¡escuchen! Estamos aquí
para proclamar que, por medio de este hombre Jesús, ustedes tienen el perdón de
sus pecados. Todo el que cree en él es declarado justo ante Dios, algo que la
ley de Moisés nunca pudo hacer.” (Hechos 13: 38, NTV)
¡A
Dios le importa lo que te sucede a ti, mujer, a ti hombre, joven; y se acerca a
cualquier hora, en cualquier momento y en cualquier lugar en el que te
encuentres en este preciso momento!
Hoy
el Señor te escogió a ti como lo hizo con Lidia en el pasado. Seguramente, en el tiempo y en el lugar menos
pensado.
¿Por
qué? ¡Porque este es tu tiempo y el de tu vida en Cristo! Porque te ama y desea
que recibas Su amor, Su protección y Su ayuda.
A
través de este mensaje en el que te ha predicado la Buena Noticia, Él te pide
que lo escuches, que abras tu corazón, que lo aceptes y recibas Su Salvación
para ti y los tuyos.
Si
te has apartado, te pide que regreses.
Él te espera y te aceptará con los brazos abiertos.
Seguramente
quieras invitarlo a tu casa, a tu vida y a todos los asuntos concernientes a
ella: tu familia, tu salud, tus finanzas, tu trabajo, tus estudios, tus
relaciones interpersonales, tu estado emocional…
Él
no te rechazará, pues dice Su palabra: “Sin
embargo, los que el Padre me ha dado vendrán a mí, y jamás los rechazaré. Pues
he descendido del cielo para hacer la voluntad de Dios, quien me envió, no para
hacer mi propia voluntad. Y la voluntad de Dios es que yo no pierda ni a uno
solo de todos los que él me dio, sino que los resucite, en el día final. Pues
la voluntad de mi Padre es que todos los que vean a su Hijo y crean en él
tengan vida eterna; y yo los resucitaré en el día final.” (Juan 6: 37-40)
Y
ese “todos”, ¡te incluye a ti! El mismo Jesús te dice en Juan 12: 46-48: “Yo he venido como una luz para brillar en
este mundo de oscuridad, a fin de que todos los que pongan su confianza en mí
no queden más en la oscuridad. No voy a juzgar a los que me oyen pero no me
obedecen, porque he venido para salvar al mundo y no para juzgarlo. Pero
todos los que me rechazan a mí y rechazan mi mensaje serán juzgados el día del juicio por la verdad que yo he hablado.”
También,
Jesús prometió: “De cierto, de cierto os
digo: El que oye mi palabra, y cree al que me envió, tiene vida eterna; y no
vendrá a condenación, mas ha pasado de muerte a vida.” (Juan 5: 24)
¡Pon
tu confianza en el Señor como lo hizo Lidia! ¡Acepta y recibe Su
Salvación!
¡Estás a
tiempo! ¡Este es el tiempo! ¡Tu tiempo!