COMIENZO DE LA SIEGA

"Así volvió Noemí, y Rut la moabita su nuera con ella; volvió de los campos de Moab, y llegaron a Belén al comienzo de la siega de la cebada". (Rut 1:22, RV 1960)

     Noemí había perdido mucho. Por eso era grande su amargura y, cuando decidió volver a Belén,  no se dio cuenta de que todavía tenía razones para sentirse esperanzada.
      Dios es nuestra esperanza; solo que muchas veces se oculta tras nuestras tragedias nublándonos la visión. Es decir, la manera como vemos las cosas. Los anteojos con los cuales estamos mirando, observando y considerando las situaciones.
     Como resultado, nos hace posicionarnos ante la adversidad de la manera más incómoda, insufrible e insoportable. Nos hace asumir las posturas y actitudes que menos nos ayudarán y que más nos  arrastrarán a la desesperación, a la angustia y a la depresión. ¡Porque no podemos ver claramente debido al dolor y al sufrimiento!
     Así se encontraba Noemí cuando decidió regresar a su lugar de origen, a su casa, a Belén: sintiendo una gran amargura.
     Entonces Noemí se vistió con otras ropas y ella misma cambió su identidad. Ahora no era Noemí, sino Mara (amarga).
¡Y es comprensible! ¡No la estoy juzgando!
      Lo que Noemí, al volver, al regresar a Belén no podía ver era, en primer lugar, que no había llegado sola. No  estaba sola. A ella la acompañaba Rut, una de sus nueras, quien decidió no abandonarla y abrazar al Dios de Noemí, que es nuestro Dios. ¡Qué ganancia y qué bendición!
     Además, Noemí llegó en un buen momento. Llegó en el tiempo de la siega. Llegó en el tiempo de recoger lo que se había sembrado. Ya se había abonado y cuidado, había germinado y crecido; y ahora estaba listo para recogerse la cosecha.
     Noemí no podía darse cuenta de que había logrado salir del lugar que representaba para ella tristeza, sufrimiento, grandes pérdidas y hasta muerte. ¡Había salido de ese lugar y había llegado al lugar correcto en el tiempo correcto! Y así, un nuevo tiempo, un nuevo comienzo, una nueva vida.
     De la misma manera nos puede suceder a nosotras. A mí me ha sucedido. Nuestros pensamientos y toda nuestra atención están tan enfocados en lo que nos ha acontecido que no podemos ver nada más.
     No podemos negar la realidad. No podemos obviar las pérdidas, pero ya hemos salido de ahí y ahora nos dirigimos a un nuevo lugar y a una nueva temporada.
     He sabido mantenerme en el estado de Noemí por mucho tiempo, más tiempo de la cuenta. Prácticamente congelada, detenida totalmente.
     Sin embargo, quiero compartir contigo esta poderosa Palabra porque ella nos ayuda a sacudirnos el polvo y a continuar con la marcha. Y, definitivamente, nos ayuda a ver las cosas en la justa perspectiva, que es la de Dios.
      Nos ayuda a salir del "lugar" o estado en el que nos encontramos para proseguir con el próximo paso.
     Sí, porque no importa la situación, no importa la pérdida, el Señor sí tienes planes de bienestar, planes de paz para cada una de nosotras tal y como los tuvo con Noemí y Rut.
     Seguramente, nosotras no sabemos ni qué hacer porque jamás esperábamos que nos sucediera algo así, pero a Dios no lo sorprende nada, nada lo toma de imprevisto.
     Él lo sabe todo y tiene la solución con la cual terminará ordenándolo todo, dándonos favor y gracia, bendiciéndonos, transformadas lo suficiente como para pode vivir en Su plenitud.
     Noemí salió de Moab. Noemí salió acompañada de su nuera. Noemí volvió a Belén. Noemí y Ruth hallaron favor y gracia de parte de Dios. Noemí recibió restitución de sus tierras. Rut se casó con Booz. Rut tuvo un hijo y Noemí tuvo un nieto.
    Noemí y Rut fueron sanadas. Sus vidas fueron restauradas. Experimentaron la manifestación del favor y la gracia de Dios.
     Noemí y Rut eran respetadas y admiradas. Los demás se alegraron con sus alegrías. No tenían razón alguna para sentir algún oprobio ni verguenza: y mucho menos ese estado de tristeza y desesperanza.
    Noemí volvió a la Casa del Pan acompañada por su nuera Rut en el tiempo de la siega.
     Te invito a releer el libro de Rut y a meditar en esta Palabra si de alguna manera te identificas con Rut o Noemí.
     Entonces, sacúdete el polvo. Prosigue la marcha. ¡Sal de Moab! Vuelve a la Casa del Pan.
      Busca lo que necesitas en Dios, quien es la fuente de toda dádiva y de todo don perfecto. Quien es el único que sabe por lo que estás pasando porque Él es "varón de dolores, experimentado en quebrantos". Quien es el único que sabe lo que ha preparado para el tiempo de tu siega.
      ¡Porque el tiempo de la siega, siempre llega!

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