¡TU PRESENCIA!, por María Isabel Lebrón
María Isabel Lebrón Pastrana
Según el diccionario, el término “PRESENCIA”
se refiere a la existencia de algo en un lugar o momento determinado. Es
asistencia o estado de la persona o casa que se halla delante de otra u otras
en el mismo sitio que ellas.
Así
dice el Señor al reino de Israel: Búsquenme y vivirán. (Amós 5: 4)
¡Qué gran promesa! Ella dice que mientras
busquemos al Señor, viviremos. Ese es el secreto de una vida plena en Cristo,
pues Su Presencia es vida.
La presencia de Dios es algo así como una
gran satisfacción o sensación. Es llenura, gozo, paz, confianza. Es una gran
necesidad que solo puede ser satisfecha cuando nos separamos para Él. Cuando
entramos en una búsqueda intensa para encontrarnos con Él, con Su Presencia que
lo llena todo en todo.
Debe ser un anhelo del alma. Hay que
anhelar estar en Su Presencia. Este es uno de los requisitos porque solo Él
puede otorgarnos ese deseo.
Entrar en Su Presencia es una experiencia,
una forma de vida sin igual, difícil de explicar con palabras humanas.
Para poder entrar en Su Presencia hay un
precio alto que pagar porque Él es Santo. Solo en humillación sincera,
derramando el corazón es que podemos disfrutar de este regalo maravilloso que
nos dejó Jesús cuando ascendió a los cielos y dijo que era necesario dejarnos
para que viniera el Consolador, el Espíritu Santo.
A través de Él es que podemos entrar al
lugar Santísimo.
El arrepentimiento genuino es necesario. También
es necesaria la obediencia. El sometimiento y la búsqueda intensa. Entonces así,
podremos disfrutar de tan grande experiencia.
¿Qué sucede cuando entramos y permanecemos
en Su Presencia? Dios nos es revelado. Experimentamos llenura de paz. Somos
instruidos. Hay sanidad. Somos restauradas y renovadas.
Él es el agua viva que sacia nuestro ser.
El agua es vital para nuestro cuerpo. Sin ella morimos. Así como el agua es
necesaria para nuestros cuerpos, la presencia de Dios es vital para la vida de
todo ser humano, pero esto es un secreto que no todos han podido conocer. Por
eso andamos secos en la vida y sin dirección.
Al entrar a Su Presencia hay transformación
absoluta. Una vez la descubres, nunca más querrás apartarte de ella.
Moisés aprendió el secreto. Este es uno de
los ejemplos más poderosos de la manifestación de la Presencia de Dios. Moisés
estaba convencido de que sin la Presencia de Dios en su vida, no valía la pena
intentar nada. Él le dijo al Señor: Si tu presencia no ha de ir conmigo, no
nos saques de aquí (Éxodo 33: 15).
Solo cuando conoces al Gran Yo Soy, tienes
la confianza y la certeza de que si Él está, nada faltará.
Otro ejemplo es el de Isaías. El Señor le prometió
y nos promete a ti y a mí que podemos pasar por el fuego y, no solo sobreviviremos,
sino que seremos guardados y protegidos en todo:
Cuando
pases por las aguas, yo estaré
contigo; y si por los ríos, no te anegarán. Cuando pases por el fuego, no te
quemarás, ni la llama arderá en ti. (Isaías 43: 2)
Por otro lado, David el salmista, conoció
la necesidad de la búsqueda de la Presencia. Así lo expresó constantemente en
sus salmos:
No
me eches de tu presencia y no quites de mí tu Santo Espíritu (Salmo 51: 11). Oh, Dios, tu eres mi Dios, yo te busco
intensamente. Mi alma tiene sed de ti, todo mi ser te anhela, como tierra seca,
extenuada y sedienta (Salmo 63: 1).
Busqué
al Señor y él me respondió, me libró de todos mis temores (Salmo 34: 3). Los leoncillos se debilitan y tienen
hambre, pero los que buscan al Señor nada les falta (Salmo 34: 10).
Busquen
al Señor y a su fuerza, busquen siempre su rostro (Salmo 105: 4).
¿El Secreto? ¡Busquen! ¡Anhelen!...
Refúgiense en el Señor y en su fuerza, busquen siempre Su
Presencia (1 Crónicas 16:
11).
Comentarios
Publicar un comentario
Me encantaria conocer lo que piensas o sientes acerca de este tema.