"Me puso por saeta bruñida"
“Oídme costas y escuchad, pueblos lejanos. Jehová me llamó desde el vientre, desde las
entrañas de mi madre tuvo mi nombre en memoria.
(2) Y puso mi boca como espada aguda, me cubrió con la sombra de su mano; y me puso por saeta bruñida, me guardó en su aljaba;
(3) y me dijo: Mi siervo eres, oh Israel,
porque en ti me gloriaré.” (Isaías 49: 1 – 3)
“Púsome por saeta limpia” (Isaías 49: 2)
Tomado de: “Manantiales del desierto”
(7 de julio, pág. 182-183)
Compilado por Mrs. Charles E. Cowman
Casa Bautista de Publicaciones (9na ed.,
1982)
En la costa de California en
Pescadero, hay una playa muy famosa llamada “Peable Beach”. La larga línea del
blanco oleaje, viene acompañada con su eterno rugido, ruidos y truenos entre
las piedras a la playa.
Ellas son recogidas en los
brazos de las crueles olas y tiradas, arrolladas, restregadas las unas contra
las otras y molidas contra los filos agudos de los peñascos.
Durante el día y la noche continúa
la interminable trituración sin descanso alguno. ¿Y cuál es el resultado?
Turistas de todas partes del
mundo se congregan allí para recoger aquellas piedras redondas y preciosas.
Estas piedras se colocan en los gabinetes y también para adornar las repisas de
las chimeneas.
Pero pasemos más allá alrededor
de los peñascos que rompen las olas potentosas, y arriba en una apacible
ensenada, guarecida de las tormentas y siempre dando cara al sol, se encuentra
una gran abundancia de piedras pequeñas redondeadas por las aguas que nunca han
sido escogidas por el viajero.
¿Por qué han permanecido estas
piedras durante tantos años sin ser buscadas? Por la simple razón de que han
escapado de todo el alboroto y trituración de las olas, y la quietud y la paz
las dejaron como las hallaron, toscas, angulares y exentas de belleza.
El pulimento viene por medio de
la tribulación. Sabiendo que Dios conoce el nicho que hemos de ocupar,
confiemos en Él, para que nos moldee para Él mismo. Ya que Dios conoce el
trabajo que vamos a realizar, confiemos en Él para que nos instruya con la
debida preparación.
“Casi todas las alhajas de Dios, son lágrimas cristalizadas.”
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