LA PALABRA: ¡COME DEL ROLLO!
(9) Y miré, y he aquí una
mano extendida hacia mí, y en ella había un rollo de libro. (10) Y lo extendió
delante de mí, y estaba escrito por delante y por detrás; y había escritas en
él endechas y lamentaciones y ayes. (Ezequiel 2: 9–10)
Me dijo: Hijo de hombre, come
lo que hallas; come este rollo, y ve y habla a la casa de Israel. (2) Y abrí mi
boca, y me hizo comer aquel rollo. (3) Y me dijo: Hijo de hombre, alimenta tu
vientre, y llena tus entrañas de este rollo que yo te doy. Y lo comi, y fue en
mi boca dulce como la miel.
(Ezequiel 2: 1–3)
Yazmín Díaz Torres
Recuerdo que hacía poco tiempo que me congragaba
en una iglesia. Yo debía escoger un
texto bíblico para leerlo en voz alta ante todos.
Mientras
oraba y le pedía al Señor que me diera el pasaje bíblico que Él deseaba que
leyera, tuve una visión y sentí algo muy especial. Así se lo expresé a la iglesia el día que lo
leí.
Lo
primero que vi fue un nido lleno de pajaritos. Estos estaban hambrientos y
piaban y abrían sus picos un tanto desesperados.
Luego,
vi un ave más grande que traía como gusanitos o algo así en su pico e iba
colocándolos casi en las gargantas de los pajaritos. Ellos los engullían bien
rápido y volvían a alborotar y a abrir sus picos pidiendo más.
Entonces,
sentí que yo era uno de esos pajaritos hambrientos y sentí cómo el Señor me
estaba alimentando con Su Palabra todo el tiempo. Tan diligentemente como el
ave que alimentaba a sus crías.
¡Fue
una sensación increíble! Podía sentir lo que sentían los polluelos: era rica la
comida, la sensación era muy agradable y calmante. Me sentía alimentada y
cuidada por Dios. !En realidad estaba maravillada!
Yo no
dejaba de pedir más y Dios no dejaba de darme más. No se detenía. Ahí seguía,
Ahí siempre estaba. Dándonos a cada uno, poco a poco sin que se quedara alguno
sin comer.
No hagamos dieta de
la Palabra de Dios. No nos abstengamos de nada de lo que hay en ella. No hay
ayuno de Palabra.
Es
más, cada vez que vayamos a la nevera para buscar algo de comer; cada vez que
nos sentemos a la mesa, en el cuarto, frente al televisor o donde sea a comer,
pensemos: ¡Debo alimentarme también de la Palabra!
Cada
vez que vayamos al servicarro, que vayamos a un restaurante, preguntémonos: ¿Ya
comí suficiente Palabra?
¿Cuántas
veces comemos al día? ¿Cuánto comemos?
¿Podríamos vivir sin comer por mucho tiempo?
Nos
volveríamos raquíticos, anémicos.
Podríamos hasta morir de inanición.
¡La Palabra de Dios es dulce como la miel! Es deleitosa. ¡Es mejor que tu plato y
tu postre favoritos!
ORACIÓN
Padre,
en el Nombre de Jesús, te pido que extiendas Tu mano con el rollo del libro. ¡Yo
abro mi boca! ¡Hazme comer del rollo! ¡Alimenta mi vientre! ¡Llena mis entrañas
del rollo que me das! ¡Que sea en mi boca más dulce que la miel!
Iré y
hablaré lo que me ordenes, en el Nombre de Jesús, quien es la Palabra misma.
Amen.
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