EL PODER DE LA ORACION DE ACUERDO 2: RECAPITULANDO
…porque las armas de nuestra milicia no son
carnales, sino poderosas en Dios para la destrucción de fortalezas, (5)
derribando argumentos y toda altivez que se levanta contra el conocimiento de
Dios, y llevando cautivo todo pensamiento a la obediencia a Cristo… (2
Corintios 10: 4-5)
En la primera parte o “Introducción”
de esta serie sobre las ARMAS CELESTIALES dedicada al “Poder de la “Oración de
Acuerdo”, se destacó el texto bíblico en el que Jesús enseña a Sus discípulos
esta poderosa arma celestial:
Otra vez os digo, que si dos
de vosotros se pusieren de acuerdo en la tierra acerca
de cualquier cosa que pidieren, les será
hecho por mi Padre que está en los cielos. (Mateo 18: 19)
El texto es bastante claro
en sí mismo y no hay por qué complicarlo: Si dos personas se ponen de acuerdo aquí
en la tierra para pedir lo mismo, Dios Padre lo concederá.
Se estableció “el acuerdo”
como elemento indispensable para que esta promesa se cumpla. Es decir, que el
secreto poderoso de esta arma celestial radica en la unidad de espíritu de los
que oran.
Ofrecimos un ejemplo específico:
Jesús había instruido a sus discípulos que esperaran en Jerusalén hasta que
llegara la Promesa del Padre, o sea, el Espíritu Santo.
Jesús había resucitado, se
le apareció a los discípulos y estuvo con ellos durante 40 días. Luego ascendió
en una nube al cielo. Al cabo de 10 días:
Cuando llegó el día de Pentecostés, estaban todos unánimes
juntos. (2) Y de repente vino del cielo un estruendo como de un viento recio
que soplaba, el cual llenó toda la casa donde estaban sentados; (3) y se les
repartieron lenguas repartidas, como de fuego, asentándose sobre cada uno de
ellos. (4) Y fueron todos llenos del Espíritu Santo, y comenzaron a hablar en
otras lenguas, según el Espíritu les daba que hablasen. (Hechos 2: 1-4)
En este suceso tan
importante en la vida de los discípulos, de los nuevos cristianos y del inicio
de la iglesia primitiva se dan todos los elementos esenciales para que la Oración
de Acuerdo diera resultados.
Es cierto que ya el Padre había
hecho la Promesa, sin embargo, para que cada uno y una (porque estaban allí
mujeres también como María, la madre de Jesús, las otras Marías, entre otras)
la recibieran, debían en primer lugar, obedecer el mandato que Jesús les había
dado. ¡Debían ser obedientes!:
He aquí, yo enviaré la promesa de
mi Padre sobre vosotros; pero quedaos
vosotros en la ciudad de Jerusalén, hasta que seáis investidos de poder
desde lo alto. (Lucas 24: 49)
Y estando juntos, les mandó
que no se fueran de Jerusalén, sino que esperasen la promesa del Padre, la
cual, les dijo, oísteis de mí. (5) Porque Juan ciertamente bautizo con agua,
mas vosotros seréis bautizados con el Espíritu Santo dentro de no muchos días. (Hechos 1: 4-5)
Así que, en primer lugar,
fue necesaria la obediencia y la perseverancia. Pocos fueron obedientes al
mandato de Jesús; pocos fueron perseverantes. Solo 120 aproximadamente
permanecieron en Jerusalén tal y como Jesús les había ordenado.
Por lo tanto, solo estos y
estas recibieron la promesa, recibieron al Espíritu Santo, recibieron poder de
lo alto, fueron bautizados con el Espíritu Santo.
Solo el 20 %
aproximadamente de los que comenzaron, obedecieron, permanecieron y fueron
testigos y recipientes del cumplimiento de la Promesa.
En ocasiones, no recibimos
las promesas de Dios por nuestra falta de obediencia, de fe y de perseverancia.
Por la duda y la incredulidad. Por la falta de la unidad de espíritu.
En segundo lugar, la
Palabra establece en el libro de los Hechos de los Apóstoles que el día en que
se cumplió la promesa, el día de Pentecostés, estaban todos unánimes juntos. ¡Valga semejante
redundancia, semejante repetición!
Unánimes: de acuerdo, acordes, conformes, al unísono, avenidos. Juntos: unidos, fusionados, fundidos,
identificados, hermanados.
Es como si el texto dijera:
“estaban todos de acuerdo de acuerdo” o “estaban todos unidos unidos”. ¡Totalmente
de acuerdo! ¡Extremadamente unidos!
Estaban reunidos, pero no
solo reunidos, sino unidos en una sola voz, con una misma intención. Allí no había
división, no había separación.
Se habían identificado el
uno con el otro, estaban compenetrados, en armonía, en fraternidad, en compañerismo,
amistad y hermandad.
Eran iguales, se parecían.
Aunque sentían miedo, se mantenían unidos, comprometidos, en obediencia,
creyendo, esperanzados.
¡Por eso recibieron la Promesa!
¡De esto es todo lo que se trata!
En resumen, podemos unirnos
y ponernos de acuerdo en oración con otros para pedir y recibir el cumplimiento
de una promesa de Dios contenida en la Palabra o una promesa muy específica que
nos haya hecho por medio del Su Santo Espíritu.
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