LA ORACION DE ACUERDO 3



Yazmín Díaz Torres

(4) Y habiéndole tomado preso, le puso en la cárcel, entregándole a cuatro grupos de cuatro soldados cada uno, para que le custodiasen; y se proponía sacarle al pueblo después de la pascua.

(5) Así que Pedro estaba custodiado en la cárcel; pero la iglesia hacía sin cesar oración a Dios por él. (Hechos 12: 4 – 5)

Pedro no solo estaba preso y fuertemente custodiado, sino que dice la Palabra que el rey Herodes pretendía matarlo después de la Pascua. Ya había atrapado a algunos de la iglesia para maltratarlos. Ya había atrapado y matado a espada a Jacobo, hermano de Juan. Y viendo que esto les había agradado a los judíos, procedió a prender también a Pedro. (Hechos 12: 1-3).
Herodes parecía divertirse y sentir placer al perseguir, maltratar y asesinar a todo aquel que confesara que Jesús era el Cristo, el Hijo de Dios. Sentía un gran placer en ello y se dedicó a esta “misión” para congraciarse con los judíos también.
¡Pero la iglesia hacía, sin cesar, oración a Dios por Pedro!  Es decir, sus hermanos en la fe, seguramente otros discípulos de Jesús, otros convertidos a la fe por la misma predicación de Pedro, se mantuvieron unidos orando sin descanso para que el Señor obrara un milagro y el Apóstol pudiera salir libre de la cárcel.
¡Un milagro! Ellos creían que si se unían y oraban para pedirle al Señor que librara de la cárcel y de una muerte segura, Dios los escucharía, los ayudaría obrando el milagro.
Todos decidieron interceder en oración, por Pedro, y sin parar. No se detendrían hasta ver a Pedro libre.
Oraban creyendo y sabiendo que la oración era un arma poderosa en contra de las maquinaciones de sus enemigos, de los enemigos de Cristo y sus embajadores, de los enemigos del Evangelio de Cristo, de la Iglesia de Cristo.
Sabían que si oraban tenazmente, por lo mismo, por la liberación de Pedro, ocurriría el milagro. ¡Y qué milagro!
Puedo imaginar esas horas: oraciones enérgicas, oraciones que parecían no solo rasgar el cielo, sino llegar hasta él, tocarlo y arrancarle un pedazo, el pedazo que contenía la libertad de Pedro.
¿No te has sentido así a veces? Seguramente has tenido esa experiencia tanto a solas como en grupo.
Súplica, clamor, llanto. Seguridad, firmeza, fe, fortaleza. Autoridad. Susurros, palabras de fe que salían como suspiros, como canciones, salían de sus entrañas, voces sinceras. Y el Señor escuchaba…
Salían sonidos, gemidos, gritos que se convertían en oraciones, que se unían en una sola voz y subía hasta el cielo y lograron mover la mano de Dios.
¿Tuvo algún resultado esa incesante oración de acuerdo?
¡Por supuesto que lo tuvo! ¡Y vaya qué resultado! ¡A la manera de Dios!
Pedro estaba custodiado por cuatro grupos y cada grupo de cuatro soldados, eran en total 16 soldados.
¿Por qué tantos para custodiar a un solo hombre? ¡Un solo hombre, pero no cualquier hombre!
Este era un hombre de Dios, un discípulo de Cristo, con una iglesia unida, con unos hermanos en Cristo orando, en acuerdo, sin cesar, al Padre, en el Nombre de Jesucristo, tal y como el Maestro les había enseñado.
Acto seguido, dice la Palabra de Dios: ¡Pedro fue librado de la cárcel!
Pero no olvidemos cómo fue librado. Cada detalle de esta manifestación del Señor como resultado de la oración de acuerdo y oración incesante merece que nos deleitemos, gocemos, creamos y fortalezcamos en la fe.
Fe en que Dios protege y defiende a los suyos. Fe en que Él dispone a sus ángeles acerca de nosotros que nos guarden en todos nuestros caminos, que nos llevan en sus manos para que nuestro pie no tropiece en piedra (Salmo 91).
Fe en que Dios responde a la oración de acuerdo. Fe en que Dios tiene poder para libertarnos, para hacernos libres. Fe en que la oración de acuerdo, la oración incesante, la oración eficaz del justo puede mucho.
Fe en que el Señor es capaz y está dispuesto a enviar a Su ángel para librarnos de cualquier prisión, natural o espiritual.
¡Deleitémonos en la Palabra! ¡Fortalezcámonos en ella!
¡Sigamos orando incesantemente en acuerdo con otros hermanos para que los Herodes de este mundo y sus soldados se queden con las manos vacías buscando!
Siempre necesitamos que el Señor nos rescate a nosotras, a nuestros seres queridos y a las naciones. Tal y como le sucedió a Pedro, la Iglesia sufre persecución y sabemos que, según la Palabra, esta se incrementará. Los discípulos de Cristo sufrirán persecución. Así lo dijo Jesús.
Sabemos que muchas mujeres viven en la prisión del maltrato físico, verbal y psicológico. Que los niños  viven en la cárcel del abuso.
Que las mujeres, los hombres, las y los adolescentes, las niñas y los niños viven en la cárcel del hambre, de la pobreza y la miseria. En la cárcel de la trata humana, la explotación sexual y la muerte.
Que los pueblos viven encarcelados por toda clase de pecado. Por vivir como si no existiera Dios. Como si nunca fueran a morir. Como si nunca fuera a llegar el día en que tendrán que pararse delante de Dios. Como si fueran dioses. Prisioneros de toda clase de vicio, de materialismo y carnalidad.
Viven encarcelados por culpa de dictadores, de déspotas, de tiranos. Viven presos de gobernantes corruptos, llenos de codicia, de hambre de poder y de dinero. Pueblos presos por hombres sin escrúpulos como Herodes, sin temor de Dios que golpean con sus prejuicios y con toda clase de calamidad.
Pero este pasaje bíblico nos enseña que la Oración de Acuerdo no tiene límites. El Poder de Dios para dar libertad no tiene límite, clamaron, clamaron al Señor y El los escuchó y levantó a un hombre para que se presentara delante de Faraón.
El Señor escuchó el clamor de Su pueblo y ya sabemos que obró milagros y prodigios portentosos y los libertó de la esclavitud. Rompió sus cadenas, rompió el cepo que los ataba y destruyó el yugo que los sujetaba. Así fue como Dios se apiadó y libertó al pueblo de Israel.
El Señor lo hará a Su manera. Él es espléndido y siempre nos sorprende con Su poder, con Sus maneras que para nosotras son inimaginables; de lo que sí estamos seguras es de que de alguna forma lo hará, aunque como Pedro creamos que lo que está sucediendo es un sueño, que no puede ser verdad.
Sé que como Pedro hemos dicho y volveremos a decir: Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba. (Hechos 12: 11)
Muchos pensarán que nos volvimos locas. Muchos se quedaran atónitos; pero nosotras nos llenaremos de gozo como Rode cuando veamos el milagro tocando la puerta de nuestra casa. Y como Pedro, reconoceremos que fue Dios quien nos sacó de la cárcel.

(6) La misma noche en que Herodes le iba a sacar, aquella misma noche estaba Pedro durmiendo entre dos soldados, sujeto con dos cadenas, y los guardas delante de la puerta custodiaban la cárcel.
(7) Y he aquí que se presentó un ángel del Señor, y una luz resplandeció en la cárcel; y tocando a Pedro en el costado, le despertó, diciendo: Levántate pronto. Y las cadenas se le cayeron de las manos.
(8) Le dijo el ángel: Cíñete, y átate las sandalias. Y lo hizo así. Y le dijo: Envuélvete en tu manto,  y sígueme.
(9) Y saliendo, le seguía; pero no sabía que era verdad lo que hacía el ángel, sino que pensaba que veía una visión.
(10) Habiendo pasado la primera y la segunda guardia, llegaron a la puerta de hierro que daba a la ciudad, la cual se les abrió por sí misma; y salidos, pasaron una calle, y luego el ángel se apartó de él.
(11) Entonces Pedro, volviendo en sí, dijo: Ahora entiendo verdaderamente que el Señor ha enviado su ángel, y me ha librado de la mano de Herodes, y de todo lo que el pueblo de los judíos esperaba.
(12) Y habiendo considerado esto, llegó a casa de María la madre de Juan, el que tenía por sobrenombre Marcos, donde muchos estaban reunidos orando.
(13) Cuando llamó Pedro a la puerta del patio, salió a escuchar una muchacha llamada Rode,
(14) la cual, cuando reconoció la voz de Pedro, de gozo no abrió la puerta, sino que corriendo adentro, dio la nueva de que Pedro estaba a la puerta.
(15) Y ellos le dijeron: Estás loca. Pero ella aseguraba que así era. Entonces ellos decían: ¡Es su ángel!
(16) Mas Pedro persistía en llamar; y cuando abrieron y le vieron, se quedaron atónitos.
(17) Pero él, haciéndoles con la mano señal de que callasen, les contó cómo el Señor le había sacado de la cárcel. Y dijo: Haced saber esto a Jacobo y a los hermanos. Y salió, y se fue a otro lugar.
(18) Luego que fue de día, hubo no poco alboroto entre los soldados sobre qué había sido de Pedro.
(19) Mas Herodes, habiéndole buscado sin hallarle, después de interrogar a los guardas, ordenó llevarlos a la muerte. Después descendió de Judea a Cesarea y se quedó allí. ¡Aleluya!

¡Tu Milagro toca la puerta de tu casa! ¡Ya sabes! ¡Ábrele la puerta rápido! ¡Dios envió a Su ángel después de haber escuchado la Incesante y Poderosa Oración de Acuerdo!




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